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Iniesta desde ya

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No fue hasta el minuto 87 cuando España anotó el gol de la victoria. Para lograrlo tuvo que acumular casi un 70% de posesión y sumar hasta 18 disparos. Enfrente, un rival corto en recursos, sin excesiva velocidad para el contraataque ni figuras capaces de asustar. El frío análisis de lo sucedido invitaría a una lectura no muy positiva del encuentro. Pero España es diferente. Se rige por reglas distintas al resto de conjuntos. Para evaluar a los hombres de Vicente Del Bosque hay que atender sobre todo a las sensaciones. El Mundial de Brasil fue el torneo del agotamiento y la desconexión, incluso con el aficionado, cansado de ganar con las caras de siempre. Hoy sin embargo, ese mismo aficionado espera ya con ilusión el próximo partido tras gritar ayer el tanto in extremis de Gerard Piqué. España transmitió de nuevo. Y eso que recibió una nefasta noticia: para campeonar, harán falta seis exhibiciones más de Andrés Iniesta.

España sufrió pero emitió señales de hambre. Es un equipo más humano pero desea ganar otra vez

Los 45 minutos iniciales siguieron con absoluta precisión el guion más imaginable. La República Checa solo defendió, así que contaremos primero cómo lo hizo. Los hombres de Pavel Vrba formaron en un 4-5-1 permanente sin voluntad alguna de presión. Hasta que España no llegaba al círculo central no aparecía un futbolista checo en busca del balón. Rosicky no ejerció nunca como mediapunta sino que se alineó a la misma altura que Darida y Plasil, primero en el lado derecho y más tarde en el izquierdo. Los futbolistas exteriores tenían la obligación de vigilar el pase hacia los interiores y, lo principal, correr siempre hacia atrás. Gebre Selassie, aquel lateral que explotó en la Euro de Ucrania y Polonia, actuó como extremo con la exclusiva misión de perseguir a Jordi Alba en su carreras por la banda.

Metidos atrás, los checos tuvieron que esperar al instante final del primer acto para hilar su única contra. Hasta entonces, el juego directo sobre Necid fue el camino elegido para atacar y no perder balones. Krejc quiso pillar desprevenido a Juanfran un par de veces pero sus esfuerzos no pasaron de un par de faltas forzadas. La República Checa nunca hiló pases en terreno adversario. La pelota era para España. Entramos en materia con la pregunta clave: ¿la manejaban bien los de Vicente Del Bosque?

Silva primero y Morata después dieron paso a la exhibición de Iniesta… y al borrón de Cesc

Para España, no recibir ocasiones equivale a jugar, por lo menos, de forma decente. El gol checo no fue una posibilidad, así que el aprobado se estaba sacando. El sobresaliente, eso sí, quedaba lejos. De entrada, la Selección pagó el nerviosismo de su futbolista más inexperto. Nolito, cuya paciencia es una virtud indispensable Nolito alteró a España. Silva y Andrés calmaron pronto la situaciónpara el juego de España, sufrió la tensión del debut. Nolito quiso ayudar tanto que precipitó todas sus decisiones. Sin la pelota no fijaba correctamente su posición, lo que le hacía caer demasiadas veces en fuera de juego. Con el balón en el pie tampoco estuvo acertado. El gaditano ni encontró portería ni desbordó, y lo que es peor, no supo darle sentido a la zona de Iniesta y Jordi Alba. Coja en la izquierda, España probó suerte en el lado contrario, donde si halló mayor acierto gracias a los movimientos de David Silva. El canario estuvo notable incluso en sus desmarques hacia línea de fondo. La primera oleada buena de los vigentes campeones fue gracias al mediapunta canario.

La segunda llevó el rutilante nombre de Andrés Iniesta. A estas alturas, el manchego es algo más que una estrella. Existe la certeza de que, con la Selección y en una Eurocopa, Iniesta la romperá sí o sí. Su partidazo ni siquiera sorprende; parecía un hecho consumado y predecible en la previa. Antes de empezar a liarla con el manual habitual, el azulgrana recibió la colaboración de Álvaro Morata. El ariete de la Juventus jugó el partido exacto que debía jugar: presente en los apoyos, profundo en los desmarques, visible en el remate… Ser delantero en la selección española es un trabajo sumamente desagradable porque el mundo no comprende en qué consiste. Se habla de marcar goles cuando la realidad es que ni Torres, ni Villa (era extremo en Sudáfrica), ni Negredo los hicieron en anteriores eventos. Morata lo rozó y además jugó bien. Quien no lo hizo fue Cesc Fábregas. El del Chelsea, pese a la desconfianza general, llega a esta Eurocopa habiendo rendido en el nuevo ciclo de Del Bosque. Ayer decepcionó a lo bestia. Intervino poco y con terrible lentitud. Fábregas dificultó el cambio de ritmo de España.

España alejó a Cesc, se entregó a Iniesta… y se descubrió en defensa. Apunte a corregir para el futuro

Del Bosque tocó cosas tras el descanso. Vicente, que leyó bien el partido, observó que Iniesta iba sobrado y que Morata necesitaba ayuda en su pelea en el área. Para lograrlo, el seleccionador mandó a Cesc arriba, apartándolo de esa creación que estaba ralentizando. Del Bosque encomendó esa labor casi en pleno a Iniesta. Para que Andrés no muriese en el intento, Silva se dejó caer más a menudo en la zona del interior derecha, la de Cesc. Con el de Fuentealbilla como conductor, España salió como una moto de la caseta, pero sucedió algo que preocupa: al perder centrocampistas por detrás de la pelota, la transición defensiva se resintió y la República Checa, que insistimos, tiene pocos mimbres para ello, pudo contragolpear.

Con todo, globalmente España estaba jugando bien. Incluso muy bien. A esas alturas, Petr Cech ya tenía a todos sus compañeros metidos en el área, con extremos, laterales y centrales en una misma línea horizontal, un hecho muy curioso. Cansado Morata, Aduriz entró a rematar balones, y aunque no enchufó, olió siempre a peligro. Thiago relevó a Cesc y Pedro mejoró a Nolito en los instantes finales. Con todo, la elaboración del gol recayó, cómo no, en las botas de Iniesta, sin olvidar que fue Gerard Piqué el autor del remate triunfal. España tiene a dos centrales que ganan partidos, uno de esos argumentos que todavía hacen de este grupo un punto y aparte. Resulta obvio que en el camino quedaron leyendas de nuestro fútbol. España ya no es lo que fue, y no puede volver a serlo. ¿Puede bastar con lo que hay? Quedan Piqué y Ramos, el equilibrio de Busquets, la fiabilidad de Silva. Y Andrés Iniesta. Es difícil pero sí: puede bastar.

 
 

Foto: Handout/UEFA via Getty Images


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